Cada yo es un representante de un representado.
Recientemente he descubierto un yo en
mí que es el representante en mi
mente de un punto de vista de desaprobación
de mi padre sobre cierto evento.
Cada vez que ese evento tiene lugar, este
yo en mí que representa el punto de vista de desaprobación de mi padre sobre
ese evento, ese evento es juzgado desde el punto de vista de desaprobación de mi padre.
Luego, el punto de vista de
desaprobación de mi padre, induce un sentimiento de rechazo hacia ese evento en mi centro emocional y ese sentimiento
de rechazo, induce una reacción en mi
centro motor.
De modo que con relación a ese evento
en particular, lo que desapruebo intelectualmente de ese evento, el rechazo
emocional que experimento hacia ese evento, y mi reacción motora hacia ese evento,
todo es de mi padre.
He descubierto también que ese punto
de vista está equivocado porque siempre produce consecuencias desagradables en
mi vida cada vez que juzga el significado de ese evento en particular. Esas
consecuencias desagradables son obra del representante de mi padre y, en
definitiva, real y objetivamente, de mi padre en mí.
Claro que mi padre no es culpable; el
me dio ese punto de vista con la mejor intención. Si ese punto de vista es
equivocado, él no tiene la culpa; también él lo recibió de otro, tal vez de su
padre que seguramente también se lo dio con la mejor intención y así
sucesivamente.
De todos modos, lo verdaderamente importante
es que yo mismo, el que soy, nunca puedo juzgar ese evento desde mí mismo. No tengo un punto de vista sobre ese
evento que sea el resultado de mi propia experiencia y comprensión.
Sólo tengo el punto de vista de mi
padre sobre ese evento, y mi padre lo juzga, lo siente y lo expresa en palabras
y actos en el mundo externo por mí.
Pero no sólo mi padre tiene
representantes en mí. Tengo muchos representantes, muchos yo, muchas personas con muchos puntos de vista diferentes viviendo en
mi mente; madre, abuelos, tíos, hermanos, amigos, profesores, escritores,
poetas, filósofos.
La lista es interminable.
Cada yo en mí, es un representante de
los puntos de vista de aprobación o desaprobación de otras personas.
Cada yo en mí, es el representante de
cada persona que me enseñó directa o indirectamente, a aprobar o desaprobar lo
que ella aprobaba o desaprobaba.
Así, apruebo lo que ellas aprueban y
desapruebo lo que ellas desaprueban. Pero desde mí mismo, yo no apruebo nada ni
desapruebo nada.
Estoy cansado de juzgar siempre las
cosas desde lo implantado en mí.
Voy a ver si puedo pensar de una
manera diferente.
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