“Y dijo Pedro: “Señor, presto estoy para ir
contigo a la cárcel y si es preciso, a la muerte”. Y Jesús le dijo: “Pedro,
Pedro; en verdad te digo: antes que cante el gallo, tú negarás tres veces que
me conoces" (Evangelio de Lucas 32: 31-34.)
Efectivamente, cuando Jesús es conducido ante el
Sanedrín para ser juzgado por acusación de herejía, Pedro, al ser señalado como
uno de sus seguidores, lo niega con gran vehemencia y huye.
En el lenguaje de las parábolas negar tres
veces equivale a renegar o abjurar, es decir, a consumar una negación
total. Este pasaje del Evangelio de Lucas muestra algo muy preciso de la
psicología de Pedro, pero, como en todos los Evangelios, está descrito en
parábolas.
Las parábolas constituyen un lenguaje especial basado
en representar sucesos internos por medio de sucesos externos. Es un lenguaje
figurado o alegórico que usa objetos y hechos físicos como simbolismos de
estados interiores, espirituales o psicológicos.
Simón, llamado después Pedro, es citado en los Evangelios
con más asiduidad que a los otros discípulos de Jesús. Si se presta suficiente
atención puede constatarse que Pedro es de cierta manera, que reacciona siempre
de cierto modo.
En el
momento en que los discípulos se reúnen por primera vez con Jesús, éste les
pone apodos que simbolizan algo de sus psicologías; a Juan y a su hermano les
llama “Hijos del Trueno” por su tendencia a tomar todo emocionalmente, y a
Simón, llama Pedro. Pedro en griego es kefa, esto es, una piedra o una roca.
En el lenguaje de las parábolas piedra simboliza
al conocimiento sin comprensión emocional. Es un saber qué, como la piedra, es
duro, rígido e inflexible. Simón es pues llamado roca o piedra por Jesús porque
ve que Pedro toma la verdad de lo que él enseña intelectualmente, es decir,
pensándola, pero no sintiéndola.
Sin embargo, Jesús sabe que Pedro es un hombre
que en algún momento puede llegar a captar no sólo la verdad de la enseñanza,
sino también su bien, pero sabe que antes tiene que vivir algunas experiencias
que lo lleven eventualmente a una comprensión más profunda de aquello que le
transmitió.
El más fuerte choque emocional que sufrió Pedro
es, sin duda, la crucifixión de Jesús. Desde luego lo fue para todos los
discípulos, pero en particular para Pedro, fue terrible.
Después de la crucifixión de Cristo, avergonzado
y con miedo, estuvo escondido y viéndose con los otros discípulos sólo
ocasionalmente pues estos también se ocultaban por temor a ser apresados. Pero
después de dos años de permanecer oculto, según es contado en Los Hechos de los
Apóstoles, ocurrió en Pedro algo extraordinario.
Tal como Cristo se lo había dicho, escuchó el
canto del gallo.
Como es sabido el gallo anuncia la salida del
sol; es el heraldo del amanecer.
En el lenguaje de las parábolas el Gallo
representa el despertar del Centro Emocional a la comprensión de una verdad
contenida en el Centro Intelectual representado como el Sol.
En esta alegoría se nos dice que cuando Pedro se
vio a sí mismo a la luz de lo que Cristo le había enseñado, sintió por primera
vez que su conocimiento de lo que su maestro le había transmitido, era sólo
palabras en su mente sin un sentimiento equivalente en su Centro emocional de
lo que sabía con su Centro intelectual.
El canto del gallo simboliza el momento en que la
enseñanza de Cristo es percibida por Pedro en toda su significación emocional.
Se dice entonces que Pedro “lloró con gran
amargura” tal como nos lo refiere Lucas en su Evangelio.
En los citados Hechos de los Apóstoles se cuenta
qué, después de escuchar el canto del gallo, ya nada pudo detener a Pedro en su
transmisión a otros hombres de aquello que le fue transmitido por Cristo.
Por último, es preciso señalar que lo que Cristo
enseñó a Pedro no tiene relación alguna con aquello que hoy se conoce como
cristianismo.
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