En un primer momento, todos estaríamos de acuerdo
en que las emociones negativas se manifiestan por causa de eventos externos.
Pero no es así.
La emoción negativa se manifiesta no a causa del
evento, sino a causa de una actitud intelectual o punto de vista que juzga
negativamente a ese evento, y así induce una emoción negativa hacia ese evento
en el centro emocional.
Prácticamente todas nuestras emociones
negativas se basan siempre en acusar a alguien de ser el responsable de
provocar en nosotros dichas emociones.
Si comprendiésemos que nuestro rechazo emocional
hacia ciertos eventos tiene su origen en negativas actitudes intelectuales
hacia esos eventos, comprenderíamos que el problema está en nosotros y eso,
cambiaría toda nuestra situación interior.
De allí la necesidad de cambiar algunas de
nuestras actitudes mentales, especialmente, aquellas actitudes que consideran
necesarias y justas a las emociones negativas.
Es preciso entender esto claramente; la lucha
contra las emociones negativas comienza en la mente. No puede comenzar en el
centro emocional.
Detrás de todo rechazo emocional hacia un evento
se encuentra una actitud intelectual negativa hacia ese evento y toda actitud
intelectual negativa se la conoce siempre por el estado emocional negativo
que produce en uno mismo.
El real control del centro emocional necesita el
recuerdo de sí primero en la mente; si la mente se
recuerda a sí misma, el centro emocional y los demás centros, también se
recordarán a sí mismos.
El recuerdo de si se forma en la mente por medio
de los esfuerzos por entender las ideas del Trabajo y por la creación de
actitudes intelectuales correctas.
Si la mente adquiere actitudes intelectuales
correctas, el centro emocional adquirirá sentimientos correctos y el centro
motor obedecerá a los dos.
Pero, antes que nada, es preciso detener el
hábito mecánicamente adquirido de expresar emociones negativas.
Un antiquísimo proverbio dice: “Lo que no se ve,
es la causa de lo que se ve”.
La expresión de emociones negativas es la manifestación
en el mundo externo, de lo que no se ve, esto es, las actitudes intelectuales
negativas que residen en la mente.
Si no se les permite manifestarse, se debilitan y
al debilitarse, dejan lugar para que nuevas actitudes puedan ser creadas.
Otro punto importante a considerar, es que las
emociones negativas no son inevitables. Es preciso librarse de la idea de su
inevitabilidad. Esta es una de las más grandes ilusiones que nos han sido
transmitidas por educación.
Si queremos aumentar nuestro entendimiento del
mundo y de nosotros mismos, debemos primero cambiar nuestra visión intelectual
de las cosas, porque nuestro modo de pensar, y por extensión, de sentir y
actuar, está determinado, en su mayor parte, por una visión intelectual de la
vida en su mayor parte enteramente equivocada.
Sin ser conscientes de ello, nos encontramos
sujetos a modos tradicionales de sufrimiento y así, hemos llegado a creer que
este sufrimiento es una parte natural de nuestra vida.
Sin embargo, todo este sufrimiento pertenece a la
educación que hemos recibido, a las actitudes intelectuales con las que se nos
ha enseñado a juzgar los acontecimientos de la vida.
Es preciso que aprendamos a pensar de una manera
diferente tanto acerca de la vida como acerca de nosotros mismos, y esto sólo
será posible cuando pensemos desde nuevas ideas, desde nuevas maneras de
discernir las cosas.
El estudio de las ideas del Trabajo,
la lucha contra la identificación con las actitudes intelectuales
negativas, la lucha contra la expresión de las emociones negativas, contra la
imaginación negativa, la consideración interna, la creación de un pensar
correcto sobre las emociones negativas y la práctica del recuerdo de sí, son la
base de este Trabajo.
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