viernes, 12 de abril de 2019

Las dos sinceridades



Para el pensar ordinario la verdadera sinceridad es algo desconocido.

Lo que la gente llama comúnmente sinceridad no es sino una forma encubierta de agredir a los demás con la excusa de que se es sincero.

Lo extraordinario es que las personas que se comportan de esta manera creen que lo están haciendo con valentía. En realidad, su comportamiento es un signo de debilidad. De hecho, es una forma de cobardía moral.

La verdadera sinceridad es ser sincero con uno mismo. No es amargar la vida de los otros mostrándoles sus faltas.
A
lgunas personas que escuchan por primera vez acerca de la sinceridad interior suelen entenderla también de una manera enteramente equivocada.

Empiezan a decirle a todo el mundo lo egoístas o vanidosas que son. Son muchas las personas que se adornan con esta falsa sinceridad. Hasta llegan a competir para ver cuál es la peor de todas y cual es más valiente en reconocer sus errores ante los demás.
En verdad, esta forma de sinceridad es simple vanidad.

La sinceridad real es algo que solo le concierne a uno mismo. No es fastidiar a otras personas con la narración de las propias debilidades. Verdaderamente, esta clase de personas pueden llegar a ser muy pesadas. Se parecen a esas gallinas que cacarean enloquecidamente como para que todo el universo sepa que han puesto un huevo.

Toda sinceridad basada en la expresión de emociones negativas no es sinceridad.

La sinceridad si es real, carece de emociones desagradables tanto para los otros como para uno mismo.

Es preciso comprender que la sinceridad es algo interior y no exterior. No es decir la verdad a otros. Si se dice una verdad a una persona acerca de sí misma y esta persona no la puede ver, lo que se le diga será enteramente inútil.

En verdad, esta clase de sinceridad puede muy bien destruir la vida de la persona con la cual se es ¨sincero¨.

Pero la sinceridad que el Cuarto Camino enseña es diferente. Es una sinceridad útil para uno mismo.

No es el jurado de una corte de justicia donde se enjuicia y se condena a los otros por sus debilidades ni un muro de lamentos en donde llorar por las faltas cometidas.

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