A todo lo largo de la historia conocida, y tras la fachada de las civilizaciones a las que esta historia se refiere, se encuentran huellas de la presencia de la enseñanza esotérica, también llamada La Palabra o Verbo, oculta bajo las diferentes formas que ella ha asumido en el transcurso de las edades.
Estas huellas están presentes en antiguos manuscritos, en monumentos, en tradiciones orales, fábulas y mitos de los más diversos pueblos de la Tierra. Para todo hombre que es capaz de sentir algo del hondo significado de esta enseñanza, el descubrimiento de sus ideas en documentos escritos hace miles y miles de años, incluso por pueblos separados por grandes distancias geográficas y sin ninguna relación entre sí, es una experiencia de una sorprendente fuerza emocional.
Cualquiera que haya tenido la ocasión de la experiencia de este descubrimiento, dicha experiencia constituye una prueba incuestionable de que este sistema que estamos estudiando y cuyo entendimiento y comprensión nos esforzamos por alcanzar, tiene su origen en una remotísima y desconocida etapa de la historia de la humanidad, historia que es mucho más extendida en el tiempo de lo que ordinariamente se acepta.
Esto significa que este Trabajo no es un compendio de nuevas ideas concebidas por alguna mente brillante en este siglo o en el precedente, sino que es una adaptación a las peculiaridades de la cultura contemporánea, de un conocimiento que viene siendo impartido desde un remotísimo pasado, y que siempre ha transmitido una sola y misma idea; la idea de que en los hombres existen ciertas facultades interiores, espirituales o psicológicas qué, de ser desarrolladas, les permitiría alcanzar un bien mejor que aquel que tienen al presente.
Pasando de maestros a discípulos destacados, esta enseñanza se ha transmitido de generación en generación a través de las edades. Algunos hombres han sentido la profundidad de su mensaje y la han tomado como guía de conducta para sus vidas. Otros la han ignorado y algunos hasta la han adulterado para que su mensaje no llegase a los hombres en su pureza original.
En la larga cadena de las civilizaciones, hubo momentos en la historia en que esta enseñanza, como un río subterráneo, ha discurrido oculta a los ojos y oídos de los hombres. Fue en esos períodos históricos en que el más crudo materialismo trató por todos los medios a su disposición por hacerla desaparecer, pues esta enseñanza y sus ideas siempre han sido consideradas como indeseables por los poderes temporales del mundo.
Hubo una época en que la humanidad era muy pequeña y las escuelas esotéricas eran muy grandes. Hoy las cosas han cambiado; la humanidad es muy grande y las escuelas son muy pequeñas. Pero pese a todas las adversidades, a todas las oposiciones, esta enseñanza continúa viva y ha mantenido encendida la lámpara de antigua luz de la eterna sabiduría para iluminar con ella las oscuras tinieblas interiores de los hombres.
Como se dice más arriba, algunos hombres, en esta época de barbarie tecnológica, de pérdida de todo sentido de lo superior, muchos la desecharán para ir detrás del poder terrenal.
Sin embargo, lo real, lo verdadero, es que el poder terrenal de los hombres por más grande que sea termina derrumbándose pues “La gloria del hombre es como la flor de la hierba; la hierba se seca y la flor se cae, más la Palabra de Dios permanece para siempre”.