En la observación, la atención es
dirigida hacia el mundo externo o mundo fenoménico por vía de los sentidos
corporales.
En la observación de sí, la
atención es dirigida hacia nuestra psicología, hacia aquello que pensamos y
sentimos.
Pero para esta clase de
observación, nuestros sentidos corporales no son aptos y es por esto que la
observación de sí es más difícil que la observación del mundo externo o
fenoménico. Ahora bien, estas dos formas de observación tienen objetivos
enteramente diferentes.
Para expresarlo de la manera más
simple, la Observación es para saber cómo es el mundo externo y la Observación de Sí es para saber cómo es uno mismo en su mundo interior,
espiritual o psicológico.
Para la ciencia, en especial para
la ciencia actual, solamente aquello que es visible y por lo tanto observable a
través de los sentidos, o por los sentidos asistidos por medios tecnológicos,
es definido como real.
Partiendo entonces desde este
punto de vista, podemos especificar a la ciencia oficial como la ciencia de la observación y a la enseñanza esotérica
del Cuarto Camino como la ciencia de la autobservación.
Siguiendo la premisa científica
de que sólo lo observable es lo real, un hombre puede transcurrir su vida
entera en la observación de la naturaleza externa, del mundo fenoménico.
Observará planetas, estrellas, átomos, células y obtendrá un cúmulo de
conocimiento de ese lado del universo que puede ser observable por los sentidos
físicos.
Esta clase de conocimiento produce
cambios diversos en el mundo externo, por ejemplo, hacer más adaptable la
naturaleza externa a las necesidades del hombre, pero no puede cambiar al
hombre en sí mismo.
Ahora podemos obtener otra
conclusión más acerca de la diferencia entre Observación y Observación de Sí y
es qué, la observación es un medio
para cambiar el mundo, mientras que la observación
de sí es un medio para cambiar el Yo.
Sin embargo, para aprender algo
es necesario comenzar por el conocimiento de ese algo y todo conocimiento, sin
importar cuál sea, comienza siempre desde los sentidos. El conocimiento de éste
sistema de enseñanza precisa tanto de la lectura como de la audición y estas
son funciones de estos dos órganos sensoriales.
Para transmitir a un hombre la
idea de la Observación de Sí es preciso que aprenda por la lectura o por lo que
se le dice, de qué manera debe observarse a sí mismo y porqué debe observarse a
sí mismo y todo eso tiene que penetrar primero en su mente, por decirlo así,
por medio de sus ojos y sus oídos.
De este modo, un hombre empieza
prestando atención externa a las ideas de esta enseñanza de la misma
manera en que lo hace la ciencia de los fenómenos visibles.
Tiene que leer información respecto
de la observación de sí y, sobre la base de esa información, seguir ciertas
directivas sobre lo que debe observar y cómo observarlo.
Para este fin, es preciso también
que establezca en su mente una clara distinción entre estas dos diferentes
dimensiones de la realidad, a saber,
el mundo externo que es percibido por los sentidos y que es accesible a todos,
y el mundo interior o psicológico al cuál ninguno de sus cinco sentidos puede
percibir, ese mundo de índole enteramente individual al que nadie, excepto uno
mismo puede acceder. Este mundo interno es la segunda realidad, y es invisible.
Cuanto más se incursiona en este
mundo interior por la observación de sí, tanto más se constata que se vive
simultáneamente en dos realidades.
Todo lo que se ve, escucha, se
degusta, huele y toca, pertenece a la primera realidad. Todo lo que se piensa y
siente, lo que agrada o desagrada sobre lo que se piensa y siente, pertenece a
la segunda realidad.
Es en esta segunda realidad, la
de nuestros pensamientos y sentimientos donde pasamos toda nuestra vida sin ser
conscientes de ello.
Es en este mundo interior donde
somos asaltados por toda clase de pensamientos y estados emocionales negativos,
un mundo en el cuál tropezamos y caemos y donde constantemente corremos el
riesgo de arruinarlo todo o, peor aún, destruirlo todo.
Sólo por medio de la observación
de sí podemos poner orden en el caos de ese mundo y hacer de él, un lugar digno
para vivir.