viernes, 31 de mayo de 2019

La necesidad de un cambio interior del Hombre


En la psicología ordinaria el hombre es considerado como un ser inmodificable ya que, según sus postulados, en el plano psicológico éste ha alcanzado todo cuanto le es posible alcanzar.

Esto significa que para la psicología ordinaria y asimismo, para la sociología y las ciencias históricas, el hombre es un ser plenamente desarrollado y por lo tanto, es imposible una evolución mayor que la que ya posee.

Partiendo de este principio, el amplio espectro de las ciencias sociales se aparta de toda consideración acerca de una posible evolución psicológica del hombre y se ocupa exclusivamente de encauzar la vida del mismo hacia formas de organización qué, según sus puntos de vista, permitirá al hombre liberarse de la injusticia y del sufrimiento que ella produce y alcanzar la plena felicidad en algún futuro próximo o lejano.

Sin embargo, según la psicología esotérica del Cuarto Camino, todo intento de conducir la vida del hombre hacia un futuro mejor es absolutamente imposible mientras el hombre mismo no experimente un cambio trascendente en su estructura psicológica, esto es, en su forma de pensar, sentir y actuar.

Esta necesidad de un cambio interior del hombre se hace evidente en el hecho de que en el transcurso de toda su historia, cada intento de conducir su existencia hacia una forma de organización social que lo liberase del sufrimiento, la injusticia y otros males, se ha llevado a cabo siempre a través de guerras y revoluciones, esto es, a través de medios violentos y por consiguiente, con un incremento de la injusticia y el sufrimiento.

En otras palabras, la historia nos presenta una secuencia de sucesos en los que se establece un nuevo orden mediante la destrucción del orden precedente, al que le sigue otro que a su vez lo destruirá para crear un nuevo orden y así de seguido.

Si el hombre fuese un ser realmente evolucionado actuaría de acuerdo con una real evolución, la cual no puede ser otra cosa que la manifestación de procesos conscientes y ordenados y no cambios de dirección repentinos, bruscos y violentos.

Pero, aunque los hechos de la Historia demuestren enteramente lo contrario, estas ciencias siguen insistiendo en tomar al hombre como a un ser en plenitud de su evolución psicológica y así, teorizan acerca de su privilegiada posición en la Tierra y en el Universo, su cultura, su poder civilizador, su desarrollo tecnológico y, a partir de todo esto, las inmejorables perspectivas de su devenir histórico.

La larga experiencia de esta enseñanza muestra que tales consideraciones no son sino pura imaginación, cantos de sirena para que los hombres no vean la realidad de su situación actual y de lo que les espera en el futuro.

Cuando en la cadena de las civilizaciones, una de ellas alcanza elevados niveles de desarrollo científico y tecnológico sin un desarrollo interior, espiritual o psicológico equivalente, el peligro de una ruptura en la continuidad del devenir histórico del hombre crece exponencialmente.




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