Cuanto más exigente es la personalidad de un hombre tanto mayor
será su estado de consideración interna.
Estará siempre insatisfecho con su vida y siempre encontrará a
alguien a quien culpar.
Una persona que está llenas de exigencias hace de su vida algo muy
difícil.
Por empezar, alguien en este estado no ve el bien en ninguna
parte, las personas con las que se relaciona no son suficientemente buenas o
son estúpidas o no la tratan con la debida consideración y así sucesivamente.
Cuando estamos en un estado de consideración interna, nos consideramos
a nosotros mismos tal como Ptolomeo consideraba a la Tierra, esto es, el Centro
del Universo.
Es como si todo el mundo existiese sólo para complacernos.
No nos damos cuenta de que no dejamos espacio en nosotros para
permitir que las personas sean como la vida ordinaria las ha hecho.
A menos que una persona vea por sí misma la necesidad de algún
cambio para sí, nada en este mundo podrá hacer que vea tal necesidad.
Una de las grandes verdades de esta enseñanza y que a veces lleva
mucho tiempo para comprenderla cabalmente, es que sólo podemos cambiarnos a
nosotros mismos.
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