jueves, 24 de junio de 2021

La tumba sagrada

 Aconteció hace muchos siglos en China qué, en plena noche, a un monje se le murió el burro en el cual viajaba.

Luego de enterrarlo, el monje se arrodilló frente a la tumba y con gran unción, comenzó a orar para que el alma de su burro fuera al cielo de los burros buenos.

De lejos, la gente de una aldea cercana lo vio rezando.

Al principio no le hicieron mayor caso, pues en aquellos días no era extraño ver monjes con sus túnicas color azafrán, sus cabezas rapadas y sus collares de abalorios.

Pero al ver que pasaban los días y el monje continuaba rezando allí, comenzaron a preguntarse por qué estaría rezando en ese lugar.

Tan importante llegó a ser esto para la gente que decidieron consultar al más viejo de la aldea, el que era considerado también como el más sabio.

Cuando terminó las tareas del día, la gente de la aldea portando sus lámparas de papel de seda, se reunió ante la choza del anciano.

Una vez que hubo escuchado lo que la gente le requería, el anciano, con un tono solemne en la voz, dijo; "Sólo hay una razón para que un monje rece allí y es porque el lugar donde él reza, es un lugar sagrado".

Finalmente, se decidió que al día siguiente irían todos a hablar con el monje y preguntarle por qué estaba rezando en ese lugar.

Pero cuando llegaron el monje ya se había marchado. El anciano miró la tumba, se sentó sobre ella y durante un largo rato permaneció en silencio, mientras la gente lo miraba expectante.

Al fin se levantó y con voz igualmente solemne, declaró; "Lo que está enterrado aquí es un hombre santo; por eso el monje rezaba en este lugar".

A partir de ese momento la gente de la aldea comenzó a acudir a aquella tumba para solicitar ayuda al espíritu de quien estaba enterrado en ella.

Pronto la fama de esta tumba comenzó a difundirse por otras comarcas de China y cada vez más gente venía a visitarla.

Al cabo de varios meses, las peregrinaciones a la tumba desde los lugares más apartados de China llegaron a ser habituales.

Fue así que la noticia de la existencia de esta tumba sagrada llegó a oídos del mismísimo emperador de China, quién, después de visitar la tumba y orar por la grandeza del imperio, sumamente conmovido, ordenó que en ese lugar se levantase un mausoleo en cuyo interior descansarían, protegidos de las inclemencias del tiempo y de la profanación de hombres impíos, los sagrados restos que contenía aquella tumba.

Cuando el mausoleo estuvo terminado, miles y miles de personas de todo el imperio y aún de reinos vecinos, visitaban la tumba y oraban ante ella con la esperanza de ser ayudados por el espíritu de aquel que allí estaba enterrado.

Moraleja; "Fíjate bien en donde pones tus esperanzas. No sea que las estés poniendo sobre la tumba de un burro muerto".

 

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