jueves, 17 de junio de 2021

La Observación y el Observarse a sí mismo

En la observación, la atención es dirigida hacia el mundo externo o mundo fenoménico por vía de los sentidos corporales. En la observación de sí, la atención es dirigida hacia nuestra psicología, hacia aquello que pensamos y sentimos.

Pero para esta clase de observación, nuestros sentidos corporales no son aptos y es por esto que la observación de sí es más difícil que la observación del mundo externo o fenoménico. Ahora bien, estas dos formas de observación tienen objetivos enteramente diferentes.

Para expresarlo de la manera más simple, la Observación es para saber cómo es el mundo externo y la Observación de Sí es para saber cómo es uno mismo en su mundo interior, espiritual o psicológico.

Para la ciencia, en especial para la ciencia actual, solamente aquello que es visible y por lo tanto observable a través de los sentidos, o por los sentidos asistidos por medios tecnológicos, es definido como real.

Partiendo entonces desde este punto de vista, podemos especificar a la ciencia oficial como la ciencia de la observación y a la enseñanza esotérica del Cuarto Camino como la ciencia de la autobservación.

Siguiendo la premisa científica de que sólo lo observable es lo real, un hombre puede transcurrir su vida entera en la observación de la naturaleza externa, del mundo fenoménico. Observará planetas, estrellas, átomos, células y obtendrá un cúmulo de conocimiento de ese lado del universo que puede ser observable por los sentidos físicos.

Esta clase de conocimiento produce cambios diversos en el mundo externo, por ejemplo, hacer más adaptable la naturaleza externa a las necesidades del hombre, pero no puede cambiar al hombre en sí mismo.

Ahora podemos obtener otra conclusión más acerca de la diferencia entre Observación y Observación de Sí y es qué, la observación es un medio para conocer el mundo, mientras que la observación de sí es un medio para conocerse a sí mismo, esto es, conocer su propia mecanicidad. Dicho sea de paso, a esto último se refería Sócrates cuando al serle preguntado que era lo más importante para un hombre, dijo “Conócete a ti mismo”

Sin embargo, para aprender algo es necesario comenzar por el conocimiento de ese algo y todo conocimiento, sin importar cuál sea, comienza siempre desde los sentidos. El conocimiento de éste sistema de enseñanza precisa tanto de la lectura como de la audición y estas son funciones de estos dos órganos sensoriales.

 Para transmitir a un hombre la idea de la Observación de Sí es preciso que aprenda por la lectura o por lo que se le dice, de qué manera debe observarse a sí mismo y porqué debe observarse a sí mismo y todo eso tiene que penetrar primero en su mente, por decirlo así, por medio de sus ojos y sus oídos.

De este modo, un hombre empieza prestando atención externa a las ideas de esta enseñanza de la misma manera en que lo hace la ciencia de los fenómenos visibles.Tiene que leer información respecto de la observación de sí y, sobre la base de esa información, seguir ciertas directivas sobre lo que debe observar y cómo observarlo.

Para este fin, es preciso también que establezca en su mente una clara distinción entre estas dos diferentes dimensiones de la realidad, a saber, el mundo externo que es percibido por los sentidos y que es accesible a todos, y el mundo interior o psicológico al cuál ninguno de sus cinco sentidos puede percibir, ese mundo de índole enteramente individual al que nadie, excepto uno mismo puede acceder. Este mundo interno es la segunda realidad, y es invisible.

Cuanto más se incursiona en este mundo interior por la observación de sí, tanto más se constata que se vive simultáneamente en dos realidades.  

Todo lo que se ve, escucha, se degusta, huele y toca, pertenece a la primera realidad. Todo lo que se piensa y siente, lo que agrada o desagrada sobre lo que se piensa y siente, pertenece a la segunda realidad.

Precisamente, es en esta segunda realidad, la de nuestros pensamientos y sentimientos donde pasamos toda nuestra vida sin ser conscientes de ello.

Es en este mundo interior donde somos asaltados por toda clase de pensamientos y estados emocionales negati­vos, un mundo en el cuál tropezamos y caemos y donde constantemente corremos el riesgo de arruinarlo todo o, peor aún, destruirlo todo.

Sólo por medio de la observación de sí podemos poner orden en el caos de ese mundo interior, espiritual o psicológico y hacer de él, un lugar digno para vivir. Al mismo tiempo, este orden interior, pone el orden en el mundo externo de aquel hombre que ha aprendido a observarse a sí mismo.

 

 


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