lunes, 28 de junio de 2021

Los roles

 


Los papeles o roles no son conscientes. Son adaptaciones a las características de un entorno adquiridas mecánicamente por imitación y/o educación.

 

Por ejemplo, tenemos un rol para el entorno laboral; otro para el entorno del hogar, otro para el entorno de las amistades, otro para el entorno de las reuniones sociales, etc. 

 

Todos tenemos cierta cantidad de roles: uno corresponde a un conjunto de exigencias, otro a otro.

 

Nunca advertimos que tenemos roles.  

 

Estos roles se observan más fácilmente en otras personas que en uno mismo. La gente suele ser muy diferente en distintas condiciones y si se observa bien, estos roles se hacen evidentes y bien definidos.

 

No obstante, si un rol es mecánico y funciona bien en ciertas condiciones, no necesariamente debemos detenerlo: debemos observarlo y no identificarnos con él, sino actuarlo.

 

Lo más difícil es actuar, esto es, interpretar un papel siendo consciente de que no se es el rol que se interpreta.

 

Pero en la vida interior, uno debe estar libre de ellos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 24 de junio de 2021

La tumba sagrada

 Aconteció hace muchos siglos en China qué, en plena noche, a un monje se le murió el burro en el cual viajaba.

Luego de enterrarlo, el monje se arrodilló frente a la tumba y con gran unción, comenzó a orar para que el alma de su burro fuera al cielo de los burros buenos.

De lejos, la gente de una aldea cercana lo vio rezando.

Al principio no le hicieron mayor caso, pues en aquellos días no era extraño ver monjes con sus túnicas color azafrán, sus cabezas rapadas y sus collares de abalorios.

Pero al ver que pasaban los días y el monje continuaba rezando allí, comenzaron a preguntarse por qué estaría rezando en ese lugar.

Tan importante llegó a ser esto para la gente que decidieron consultar al más viejo de la aldea, el que era considerado también como el más sabio.

Cuando terminó las tareas del día, la gente de la aldea portando sus lámparas de papel de seda, se reunió ante la choza del anciano.

Una vez que hubo escuchado lo que la gente le requería, el anciano, con un tono solemne en la voz, dijo; "Sólo hay una razón para que un monje rece allí y es porque el lugar donde él reza, es un lugar sagrado".

Finalmente, se decidió que al día siguiente irían todos a hablar con el monje y preguntarle por qué estaba rezando en ese lugar.

Pero cuando llegaron el monje ya se había marchado. El anciano miró la tumba, se sentó sobre ella y durante un largo rato permaneció en silencio, mientras la gente lo miraba expectante.

Al fin se levantó y con voz igualmente solemne, declaró; "Lo que está enterrado aquí es un hombre santo; por eso el monje rezaba en este lugar".

A partir de ese momento la gente de la aldea comenzó a acudir a aquella tumba para solicitar ayuda al espíritu de quien estaba enterrado en ella.

Pronto la fama de esta tumba comenzó a difundirse por otras comarcas de China y cada vez más gente venía a visitarla.

Al cabo de varios meses, las peregrinaciones a la tumba desde los lugares más apartados de China llegaron a ser habituales.

Fue así que la noticia de la existencia de esta tumba sagrada llegó a oídos del mismísimo emperador de China, quién, después de visitar la tumba y orar por la grandeza del imperio, sumamente conmovido, ordenó que en ese lugar se levantase un mausoleo en cuyo interior descansarían, protegidos de las inclemencias del tiempo y de la profanación de hombres impíos, los sagrados restos que contenía aquella tumba.

Cuando el mausoleo estuvo terminado, miles y miles de personas de todo el imperio y aún de reinos vecinos, visitaban la tumba y oraban ante ella con la esperanza de ser ayudados por el espíritu de aquel que allí estaba enterrado.

Moraleja; "Fíjate bien en donde pones tus esperanzas. No sea que las estés poniendo sobre la tumba de un burro muerto".

 

Lo Visible y lo Invisible

 

 

Hemos buscado la felicidad sólo en las cosas de la naturaleza visible.

Esta felicidad de las cosas perceptibles a los sentidos es incompleta puesto que nos deja afuera de las cosas que pertenecen a la naturaleza invisible la cual completa el círculo de nuestras vidas. 

 

Todo en el Universo tiene Padre y tiene Madre.

 

La naturaleza visible es Dios-Madre y la naturaleza invisible es Dios-Padre.

De manera que lo que consideramos como Universo no es solamente aquello que registramos a través de los sentidos corporales.

 

Los planetas, las estrellas y los cúmulos de galaxias accesibles a nuestros sentidos y este mundo en el cual vivimos y que llamamos Tierra, no son la única realidad.

 

Detrás de sus apariencias existe un universo de significados que puede apreciarse únicamente por medio de otras ideas, de otras maneras de concebir el universo.

 

Su esencia, su totalidad, se encuentra más allá del gobierno de los sentidos exteriores y sólo se la puede percibir a través de una nueva comprensión.

 

Las posibilidades de desarrollo de nuestras funciones del pensamiento y del sentimiento corresponden a la naturaleza invisible y son, si alguien puede entenderlo, Dios-Padre en nosotros.

 

Él existe en esa Cuarta Dimensión de ideas y sentimientos en la cual vivimos toda nuestra vida.

 

En esa cuarta dimensión, que es psicológica, nuestros pensamientos y sentimientos no tienen ninguna medida.

 

Un pensamiento no tiene tres metros de alto, cinco metros de largo y dos de ancho. No está encima ni debajo de otro pensamiento, ni tampoco a la izquierda o la derecha de un sentimiento.

 

Únicamente nuestro cuerpo existe en el mundo de tres dimensiones.

 

Pero si súbitamente se abre la puerta estrecha que comunica con el mundo de las cuatro dimensiones de Dios-Padre, una nueva luz ilumina nuestra mente y nuestro corazón y vemos, con la libertad que nos da la comprensión, un nuevo universo donde nada es amenazador ni impenetrable, sino ordenado y justo y en cuya armonía desaparece la rigidez y la aspereza de nuestro ser moldeado en una personalidad que considera como realidad sólo a lo que es perceptible desde las tres dimensiones de Dios-Madre o Naturaleza visible a los sentidos externos.

 

Entonces, una luz, más radiante que la luz del sol, ilumina nuestro ser interior y señala la dirección en la cual debemos buscar y eventualmente encontrar, el verdadero significado de nuestras vidas.

 

 

 

 

jueves, 17 de junio de 2021

 Todas las emociones negativas, sean violentas o depresivas, se basan en puntos de vista que las justifican intelectualmente. Si un punto de vista en nuestro intelecto justifica las emociones negativas, nuestra parte emocional también justificará experimentarlas y las expresará a través de nuestro centro motor con palabras y gestos.

Sin una justificación intelectual las emociones negativas no pueden existir.

 En forma indirecta se las señala como justas, como muestra de valor y sinceridad, de honor, etc. Y sin embargo, las emociones negativas no aumentan nuestra felicidad, no nos proporcionan una buena salud. Con emociones negativas pensamos mal, comemos mal, dormimos mal, respiramos mal.

 Con emociones negativas no podemos construir nada, solo podemos destruir y, muy a menudo, lo que menos deseábamos destruir.

 El más poderoso punto de vista para la justificación de las emociones negativas es el punto de vista que juzga que las personas son conscientes y que hacen el mal conscientemente.

 Si yo acepto en mi mente el punto de vista de que una persona es conscientemente desconsiderada conmigo, justificaré sufrir por su desconsideración y también, hacerle sufrir por su desconsideración.

 Toda justificación para sufrir y hacer sufrir se basa en este punto de vista.

 Muy frecuentemente se confunde hacer algo malo deliberadamente con hacer algo malo conscientemente. Este es un ejemplo de un punto de vista equivocado.

 Se puede hacer algo muy deliberadamente siendo totalmente inconsciente del mal que se está por provocar.

 Estando consciente ningún hombre puede hacer el mal, sencillamente, porque no sentirá placer en hacerlo.

 Esto no significa que justifiquemos el mal y que no hagamos nada por combatirlo o mitigarlo tanto como podamos, pero siendo conscientes de cuál es su causa.

 La causa de todo el mal del mundo es la inconsciencia, esto es, no saber qué es mejor y qué es peor en todo lo que pensamos, sentimos y hacemos.

 No hay otra causa.

 

 

 

 

 

 

 

La Consideración

Consideración

Hay dos formas de consideración.

La consideración de nuestros sentimientos.

La consideración de los sentimientos ajenos.

Generalmente consideramos sólo nuestros sentimientos.

Definición

Considerar solamente nuestros propios sentimientos se define en este sistema como Consideración Interna.

La considera­ción interna se refiere a ese proceso psicológico que consiste en pensar, a veces obsesivamente, en lo que los demás piensan de nosotros, sobre la manera en que nos tratan, la conducta que muestran hacia nosotros, la mirada con que nos observan, los gestos faciales de los otros al contactar con nosotros, lo que se puede llegar a decir de nosotros.

La consideración interna hace que una persona sienta que los otros no lo valoran como debieran, que no lo toman en cuenta, que no le conceden la importancia que merece. Esto lo atormenta y lo angustia y hace que sospeche de los otros. Esto induce en ella una actitud de prevención y animosidad produciéndole una enorme tensión nerviosa y pérdida de energía vital.

A estos estados emocionalmente negativos provocados por la consideración interna, suelen sumarse otros igualmente negativos; rencor, resentimiento, aversión e inclusive odio hacia aquellos que no le conceden la debida importancia, que no lo valoran, etc.

Llegado a este punto, la persona comienza a pensar y sentir que los demás están en deuda con ella, que le deben el respeto que no le dan, la valoración que no le reconocen, la recompensa que no le otorgan, en suma, la consideración que no le muestran y que ella merece y qué, por lo tanto, son culpables de todo su sufrimiento, su tormento y su angustia y que deben pagar por ello.

En el lenguaje de este sistema esto se llama cobrar deudas o saldar cuentas.

En el lenguaje corriente se llama venganza, pero raras veces las personas consuman su animadversión por medios tan drásticos, ya que la venganza, en su aspecto más concreto, implica el uso de la violencia en un sentido extremo.

De manera qué, fuera de las excepciones, la mayoría de las personas se contentan con abrir un Libro de Cuentas psicológico en el van anotando lo que se les debe y quiénes se lo deben.

Cada día abren su libro de cuentas y leen lo que se les debe y quiénes se lo deben.

Por leer y releer constantemente ese libro que llevan en sus mentes, se da el caso de que muchas personas se compadecen a tal grado de sí mismas por ser tan desdichadas, que es prácticamente imposible conversar con ellas de cualquier tema sin que no se refieran inmediatamente a sus sufrimientos.

Ahora quiero llamar su atención sobre algo que es importantísimo para su eventual comprensión del fenómeno psicológico que llamamos consideración interna y es que hemos nacido sin consideración interna.

Por consiguiente, este fenómeno psicológico es adquirido o adoptado por nosotros, debido a influencias preexistentes en el entorno cultural en el cual nacemos relacionadas con la consideración interna.

No existe obra literaria, sea narrativa o poética, teatral o cinematográfica, en las que no se encuentre el fenómeno de la consideración interna como causa de los sufrimientos que sus personajes experimentan en mayor o menor medida.

Al mismo tiempo, en estas obras se define a los sufrimientos derivados de este fenómeno, como algo natural, como algo inherente al hombre.

Ahora bien, es de notar que en ninguna escuela o universidad se enseña a sufrir por la falta de consideración de los demás hacia la propia persona.

A nadie se le enseña “si no te consideran como mereces tienes que sufrir”.

Eso significa que sufrir por no ser valorado, considerado, etc., no es algo que se nos enseñe directamente, sino indirectamente a través de los medios culturales mencionados más arriba.

Y sin embargo, no existe ninguna razón para que la falta de consideración de los demás hacia la propia persona provoque todo este sufrimiento.

Ahora quiero referirme a otra forma muy particular de consideración interna que consiste en que una persona siente que no es lo suficientemente considerada con otra persona y que tal vez esta sufra por ello.

Esto le hace pensar que debería valorarla más, que debería concederle más lugar en su vida.

En este segundo caso, la causa del sufrimiento no se debe a la falta de consideración de los demás hacia uno, sino por el temor de una posible falta de consideración de uno mismo hacia la otra persona.

Lo extraordinario de esta forma de consideración es que es muy probable que la otra persona no piense ni haya pensado que uno debería ser más considerado con ella y, como consecuencia, la “consideración” de uno hacia esa persona termine siendo un verdadero fastidio para ésta.

Al final, la persona en cuestión terminará apartándose poco a poco de uno y su consideración hacia ella y el resultado será que esta persona a la que se quería considerar, pase a formar parte del Libro de Deudas que ha contraído con uno y de la cual, con certeza, esa persona no tiene ni la menor idea de haberla contraído.

Todos los cargos internos derivados de la consideración interna, todos los sentimientos de autoconmiseración, resentimiento u odio relacionados con lo que nos debe la gente, es un sufrimiento enteramente innecesario y un obstáculo para la posible evolución psicológica del hombre.

 

 

 

 

 

 

 

 


La Observación y el Observarse a sí mismo

En la observación, la atención es dirigida hacia el mundo externo o mundo fenoménico por vía de los sentidos corporales. En la observación de sí, la atención es dirigida hacia nuestra psicología, hacia aquello que pensamos y sentimos.

Pero para esta clase de observación, nuestros sentidos corporales no son aptos y es por esto que la observación de sí es más difícil que la observación del mundo externo o fenoménico. Ahora bien, estas dos formas de observación tienen objetivos enteramente diferentes.

Para expresarlo de la manera más simple, la Observación es para saber cómo es el mundo externo y la Observación de Sí es para saber cómo es uno mismo en su mundo interior, espiritual o psicológico.

Para la ciencia, en especial para la ciencia actual, solamente aquello que es visible y por lo tanto observable a través de los sentidos, o por los sentidos asistidos por medios tecnológicos, es definido como real.

Partiendo entonces desde este punto de vista, podemos especificar a la ciencia oficial como la ciencia de la observación y a la enseñanza esotérica del Cuarto Camino como la ciencia de la autobservación.

Siguiendo la premisa científica de que sólo lo observable es lo real, un hombre puede transcurrir su vida entera en la observación de la naturaleza externa, del mundo fenoménico. Observará planetas, estrellas, átomos, células y obtendrá un cúmulo de conocimiento de ese lado del universo que puede ser observable por los sentidos físicos.

Esta clase de conocimiento produce cambios diversos en el mundo externo, por ejemplo, hacer más adaptable la naturaleza externa a las necesidades del hombre, pero no puede cambiar al hombre en sí mismo.

Ahora podemos obtener otra conclusión más acerca de la diferencia entre Observación y Observación de Sí y es qué, la observación es un medio para conocer el mundo, mientras que la observación de sí es un medio para conocerse a sí mismo, esto es, conocer su propia mecanicidad. Dicho sea de paso, a esto último se refería Sócrates cuando al serle preguntado que era lo más importante para un hombre, dijo “Conócete a ti mismo”

Sin embargo, para aprender algo es necesario comenzar por el conocimiento de ese algo y todo conocimiento, sin importar cuál sea, comienza siempre desde los sentidos. El conocimiento de éste sistema de enseñanza precisa tanto de la lectura como de la audición y estas son funciones de estos dos órganos sensoriales.

 Para transmitir a un hombre la idea de la Observación de Sí es preciso que aprenda por la lectura o por lo que se le dice, de qué manera debe observarse a sí mismo y porqué debe observarse a sí mismo y todo eso tiene que penetrar primero en su mente, por decirlo así, por medio de sus ojos y sus oídos.

De este modo, un hombre empieza prestando atención externa a las ideas de esta enseñanza de la misma manera en que lo hace la ciencia de los fenómenos visibles.Tiene que leer información respecto de la observación de sí y, sobre la base de esa información, seguir ciertas directivas sobre lo que debe observar y cómo observarlo.

Para este fin, es preciso también que establezca en su mente una clara distinción entre estas dos diferentes dimensiones de la realidad, a saber, el mundo externo que es percibido por los sentidos y que es accesible a todos, y el mundo interior o psicológico al cuál ninguno de sus cinco sentidos puede percibir, ese mundo de índole enteramente individual al que nadie, excepto uno mismo puede acceder. Este mundo interno es la segunda realidad, y es invisible.

Cuanto más se incursiona en este mundo interior por la observación de sí, tanto más se constata que se vive simultáneamente en dos realidades.  

Todo lo que se ve, escucha, se degusta, huele y toca, pertenece a la primera realidad. Todo lo que se piensa y siente, lo que agrada o desagrada sobre lo que se piensa y siente, pertenece a la segunda realidad.

Precisamente, es en esta segunda realidad, la de nuestros pensamientos y sentimientos donde pasamos toda nuestra vida sin ser conscientes de ello.

Es en este mundo interior donde somos asaltados por toda clase de pensamientos y estados emocionales negati­vos, un mundo en el cuál tropezamos y caemos y donde constantemente corremos el riesgo de arruinarlo todo o, peor aún, destruirlo todo.

Sólo por medio de la observación de sí podemos poner orden en el caos de ese mundo interior, espiritual o psicológico y hacer de él, un lugar digno para vivir. Al mismo tiempo, este orden interior, pone el orden en el mundo externo de aquel hombre que ha aprendido a observarse a sí mismo.

 

 


La Palabra

 A todo lo largo de la historia conocida, y tras la fachada de las civilizaciones a las que esta historia se refiere, se encuentran huellas de la presencia de la enseñanza esotérica, también llamada La Palabra o Verbo, oculta bajo las diferentes formas que ella ha asumido en el transcurso de las edades.

Estas huellas están presentes en antiguos manuscritos, en monumentos, en tradiciones orales, fábulas y mitos de los más diversos pueblos de la Tierra. Para todo hombre que es capaz de sentir algo del hondo significado de esta enseñanza, el descubrimiento de sus ideas en documentos escritos hace miles y miles de años, incluso por pueblos separados por grandes distancias geográficas y sin ninguna relación entre sí, es una experiencia de una sorprendente fuerza emocional.

Cualquiera que haya tenido la ocasión de la experiencia de este descubrimiento, dicha experiencia constituye una prueba incuestionable de que este sistema que estamos estudiando y cuyo entendimiento y comprensión nos esforzamos por alcanzar, tiene su origen en una remotísima y desconocida etapa de la historia de la humanidad, historia que es mucho más extendida en el tiempo de lo que ordinariamente se acepta.

Esto significa que este Trabajo no es un compendio de nuevas ideas concebidas por alguna mente brillante en este siglo o en el precedente, sino que es una adaptación a las peculiaridades de la cultura contemporánea, de un conocimiento que viene siendo impartido desde un remotísimo pasado, y que siempre ha transmitido una sola y misma idea; la idea de que en los hombres existen ciertas facultades interiores, espirituales o psicológicas qué, de ser desarrolladas, les permitiría alcanzar un bien mejor que aquel que tienen al presente.

Pasando de maestros a discípulos destacados, esta enseñanza se ha transmitido de generación en generación a través de las edades. Algunos hombres han sentido la profundidad de su mensaje y la han tomado como guía de conducta para sus vidas. Otros la han ignorado y algunos hasta la han adulterado para que su mensaje no llegase a los hombres en su pureza original. 

En la larga cadena de las civilizaciones, hubo momentos en la historia en que esta enseñanza, como un río subterráneo, ha discurrido oculta a los ojos y oídos de los hombres. Fue en esos períodos históricos en que el más crudo materialismo trató por todos los medios a su disposición por hacerla desaparecer, pues esta enseñanza y sus ideas siempre han sido consideradas como indeseables por los poderes temporales del mundo.

Hubo una época en que la humanidad era muy pequeña y las escuelas esotéricas eran muy grandes. Hoy las cosas han cambiado; la humanidad es muy grande y las escuelas son muy pequeñas. Pero pese a todas las adversidades, a todas las oposiciones, esta enseñanza continúa viva y ha mantenido encendida la lámpara de antigua luz de la eterna sabiduría para iluminar con ella las oscuras tinieblas interiores de los hombres.

Como se dice más arriba, algunos hombres, en esta época de barbarie tecnológica, de pérdida de todo sentido de lo superior, muchos la desecharán para ir detrás del poder terrenal.

Sin embargo, lo real, lo verdadero, es que el poder terrenal de los hombres por más grande que sea termina derrumbándose pues “La gloria del hombre es como la flor de la hierba; la hierba se seca y la flor se cae, más la Palabra de Dios permanece para siempre”.

Esto es algo para pensar y sentir.

 

 

 

Un significado superior de la vida

 En lo que va de este nuevo siglo, el peligro de las consecuencias de una pérdida generalizada de comprensión por parte de la humanidad se hace cada día más evidente.

El hombre, como nunca antes, tiene hoy una urgente necesidad de significado, pero esta necesidad de significado no puede satisfacerse con nuevas máquinas, con nuevas conquistas del mundo fenoménico o con nuevos ordenamientos sociales.

Los últimos descubrimientos de la ciencia y las más recientes innovaciones de la tecnología, muestran que lejos de solucionar los problemas del hombre, no han hecho otra cosa más que aumentarlos.

Su creciente dependencia de las máquinas que ha inventado lo ha convertido en esclavo de estas mismas máquinas. Se ha deshumanizado a sí mismo y deshumanizado sus relaciones con sus semejantes. En lo que concierne al terreno de las ideas, la ciencia tampoco ha mejorado las cosas.

Las conclusiones derivadas de sus observaciones respecto al origen del universo según las cuales vivimos en un conglomerado de mundos originados a partir de la nada y en marcha constante hacia una inexorable extinción, no pueden conducir más que a una perspectiva desalentadora y ciertamente trágica de la vida. En cuanto al origen del hombre, las conclusiones no son menos deprimentes.

Partiendo de formas animales inferiores, sean monos, renacuajos o amebas, la ciencia arrastra el origen del hombre hacia las profundidades del mundo de las células y de los genes y no contenta con esto, lo lleva aún más lejos, introduciéndolo en el microcosmos de las partículas elementales de la materia, minimizándolo, reduciéndolo cada vez más, hasta lograr que del hombre mismo no quede absolutamente nada.

No obstante estas consideraciones, el hombre continúa asido a la ilusión de que en algún venturoso futuro, esa ciencia y esa tecnología en la que deposita todas sus esperanzas, logrará finalmente conferirle a su vida un sentido racional y coherente que disipe para siempre las sombras de dudas existenciales, lo proteja de cualquier nefasto acontecimiento y asimismo, lo rescate de la barbarie de su vida presente.

Pero es un hecho que ninguna ciencia del mundo externo, ninguna maravilla tecnológica, logrará jamás librarlo de su impotencia, su orfandad, su sufrimiento y su desdicha. Sin un significado superior de sí mismo, sin verdades eternas que alimenten su ser interior para que crezca y se desarrolle en la dirección correcta, el hombre está condenado a sucumbir emocionalmente y autodestruirse en guerras o por el manejo desaprensivo de las fuerzas de la naturaleza visible.

Por todo esto y por contradictorio que parezca, puede decirse que no hay ser más miserable que el hombre bajo el sol y sin embargo, al mismo tiempo, por su origen, no hay otro que esté más cercano a Dios.  

 

 

 

 

martes, 15 de junio de 2021

Los años desconocidos de la vida de Cristo

 La falta de información sobre la vida de Cristo antes de su predicación ha dado pie a toda clase de conjeturas. Se dice que estuvo en la India, en Grecia, hasta en China y que en esos lugares entró en contacto con el conocimiento que después se dedicó a transmitir.

Pero la enseñanza esotérica nos dice que aprendió en Egipto, en la escuela del valle de Gozén fundada por Jacob, maestro o padre psicológico de José, en los tiempos en que José era corregente del imperio egipcio y que fue llevado a esa escuela por sus padres. 

A que edad regresó Jesús con sus padres a Israel los Evangelios nada dicen. Se limitan a repetir las palabras de una de las profecías sobre el Mesías: “De Egipto llamé a mi hijo”. 

Solamente hay una referencia de Jesús a la edad de 12 años en que fue aceptado como estudiante de la Torah por los rabinos del templo.

 

La vida de Jesús antes de los 30 años, es la vida de un hombre joven que viaja mucho por negocios, especialmente, por la construcción y venta de embarcaciones puesto que los carpinteros de la antigüedad no se dedicaban a construir mesas y sillas, sino barcos.

Socialmente Jesús pertenecía a una clase media alta, muy bien acomodada, y su conocimiento en carpintería naval lo obtuvo de su padre, José, el cual era un bien conocido constructor de barcos por todos los navegantes del mediterráneo de aquel entonces.

En cuanto a su madre, Miriam, era peluquera. Aquí es preciso entender que el acceso a los servicios de una peluquera en ese tiempo era prerrogativa exclusiva de mujeres ricas, tanto judías como romanas y sus servicios eran pagados con holgura. Las mujeres del pueblo no podían pagarlos.

Volviendo a la carencia de datos acerca de la vida de Cristo sobre los años anteriores a su predicación, se debe a qué, para los Evangelios, su vida sólo tiene significación a partir de los 30 años que es la edad que la ley judaica exigía para que un rabino enseñase la Torah en las sinagogas.

Esta ley también demandaba que un rabino para poder predicar en las sinagogas tenía que estar casado.

Cristo cumplió con todos estos requisitos pues de lo contrario no habría podido enseñar.

En lo concerniente a quien fue su esposa, la tradición esotérica afirma que fue María de Magdala, la cual no era israelita sino egipcia, y de la que se sabe que antes de entrar en contacto con Cristo y su enseñanza era sacerdotisa del culto a la diosa Isis. 

Si se guardó silencio sobre Jesús en lo concerniente a los años previos a su vida pública no fue porque había algo que ocultar, sino porque se trataba de su biografía de vida ordinaria, la cual, para los propósitos de los Evangelios no era en absoluto necesaria.

Por último, es preciso destacar que la Torah que Jesús comenzó a enseñar en las sinagogas no tenía relación alguna con la Torah oficialmente aceptada.

 

La Esencia en el hombre

 Es importantísimo una adecuada comprensión del tema de la esencia, pues lo que se ha escrito en otros sistemas sobre su significado, significado generalmente oscuro e ininteligible, ha contribuido en gran medida a que la gente se encuentre en la más absoluta confusión respecto del mismo.

Comenzaré diciendo que la esencia es una capacidad.

Capacidad es facultad, potencialidad y posibilidad.

Si a un niñito se le enseña a hablar, leer y escribir aprenderá a hablar, leer y escribir.

Pero un niñito aprende a hablar, leer y escribir no sólo porque se le enseñe.

Aprende a hablar, leer y escribir porque posee en sí mismo, la capacidad de aprender todo esto si se le enseña.

Esto significa entonces que la capacidad de aprender algo es preexistente a la adquisición de cualquier conocimiento.

Volviendo al tema que nos ocupa, puede decirse muy sucintamente, que la esencia es, en el hombre, su capacidad de adquirir una Individualidad Real.

En nuestro sistema se utiliza el término Yo Real, el cual señala correctamente a una Individualidad Real, esto es, adquirida por un hombre desde su propio entendimiento y comprensión y no mecánicamente como es el caso de la personalidad.

En este centro usamos el término Individualidad Real porque es tal el abuso que se ha hecho de este concepto del Yo Real, que en la actualidad cualquiera puede utilizarlo para fines que nada tienen que ver con este sistema. Sin embargo, conservaremos para nosotros el conocimiento de que Yo Real es igual a Individualidad Real.

Por lo escrito más arriba, vemos que así como un niño no puede desarrollar por sí solo su capacidad de adquirir una personalidad, tampoco el hombre puede desarrollar por sí solo su capacidad de adquirir una Individualidad Real.

Al igual que en el caso del niño, el hombre debe tener a alguien que le enseñe como desarrollar su capacidad de ser un Individuo Real.

Pero, ¿qué acontecería si un niño quedase sólo en estado natural, esto es, sin ninguna clase de desarrollo de sus capacidades?

Sería un animal no muy diferente a las demás especies animales sin otro impulso que la satisfacción de sus instintos más primarios.

Dejarlo entonces en tal estado sería inhumano.

Y aquí aparece en escena la Personalidad.

¿Qué es la personalidad? Muy brevemente también, puede decirse que es la sumatoria de todos los conocimientos con los cuáles un hombre puede desempeñarse adecuadamente en las condiciones de la vida externa, vida que incluye tanto la organización social en la que un hombre nace, como el mundo fenoménico o mundo de la naturaleza visible.

La personalidad es la primera educación que un hombre adquiere y que lo rescata de un estado de completa animalidad.

Necesariamente, la personalidad debe venir primero que el desarrollo de la esencia porque como hemos visto, un hombre sin personalidad, es decir, sin ninguna clase de conocimiento permanecería en un nivel inferior a sí mismo.

Si la personalidad adquirida por un hombre es la correcta, y sobre esto hay mucho que hablar, ésta puede eventualmente conducirlo en una dirección que va más allá de su adecuación a las condiciones de la vida social y de la naturaleza visible.

En ese caso, puede entrar en contacto con la segunda educación, esto es, con la posibilidad de adquirir un conocimiento para el desarrollo de su capacidad que por su origen tiene de alcanzar la posesión de un Yo Real o Individualidad Real.

Falta ahora definir que la Personalidad permite al hombre saber cómo son las cosas, en tanto que la Individualidad Real o Yo Real permite a un hombre saber, no sólo como son las cosas, sino también cuál es su significación, su razón de existencia, en especial, de sí mismo.