¿Qué es el Cuarto Camino? Sólo existe una manera de definirlo sin rodeos.
Es Cristianismo Esotérico
“Esotérico” significa interior, espiritual o psicológico y no tiene relación alguna con los sistemas que se conocen bajo la denominación general de Ocultismo.
Al mismo tiempo, es preciso
señalar que este cristianismo, nada tiene que ver con lo que hoy se conoce bajo
tal nombre. Cristo jamás enseñó religión. Enseñó Metanoia.
Este vocablo proviene del
griego y es una combinación de dos términos: meta, cuya raíz tiene el
significado literal de “más allá” y
conlleva el sentido de transformación, modificación, remoción o cambio, y la
partícula noia, que procede de la
palabra nous cuyo significado textual
en griego es Mente.
Por lo tanto, la palabra Metanoia
tiene relación con una transformación, modificación, remoción o cambio
de la mente, esto es, con una diferente
manera de pensar, con puntos de vista enteramente nuevos hacia todo lo que
acontece en la vida.
Esta palabra, existente en
las primeras transcripciones griegas de los Evangelios, contiene la idea de una
evolución psicológica, esto es, de un
desarrollo cualitativo de los pensamientos de un hombre, en función de un
correcto entendimiento y comprensión, tanto de sí mismo como de la vida en
general, con vistas a la posible posesión de un pensar mejor y, por
extensión, de un bien mejor que aquel
que tiene al presente.
Y
sin embargo, en
todas las versiones vigentes del Nuevo Testamento, la palabra Metanoia es erróneamente traducida como arrepentimiento.
“Arrepentimiento” es una
palabra que proviene del latín “poenitare” y cuya acepción es “sentir
remordimientos”, es decir, experimentar pena, pesadumbre o contrición por
haberse comportado equivocadamente con alguien.
Pero sucede que en la
significación de la palabra Metanoia,
no existe la menor correlación con la idea de “sentir remordimientos” por haber
cometido faltas hacia otras personas. No incluye alusión alguna a estados
interiores de mortificación o aflicción por mala conducta.
Por el contrario, se refiere
a un cambio de la mente que debe ser anterior a un cambio de los sentimientos,
pues es imposible un cambio en la manera de sentir y, por añadidura, de actuar,
sin un cambio previo en la manera de pensar.
“Cómo pienses, así sentirás”
dice un antiguo proverbio, lo cual significa que nuestro sentimiento de la vida,
depende de nuestro pensamiento de la vida.
En otras palabras; todos los
malos sentimientos, todas las emociones negativas, provienen de pensamientos
equivocados, de puntos de vista basados en una comprensión equivocada de las
cosas.
Ahora bien. Pese a las
reiteradas advertencias realizadas por numerosos eruditos en estudios bíblicos
de que “arrepentimiento” no es la
traducción fidedigna de la palabra Metanoia,
no obstante, tal y cómo se señala en un párrafo anterior, todas las versiones
vigentes del Nuevo Testamento siguen suplantando la palabra Metanoia por “arrepentimiento”,
sugiriendo así que lo que Cristo enseñó es un cambio de moral y no un cambio en
la manera de pensar. Entre otros tantos estudiosos del tema de la Metanoia,
caben mencionarse al profesor James Barrellet, de la Facultad de Teología de
Lausana, los profesores Sayce y Margoliouth, de la Universidad de Oxford, al
Maestro Bíblico Walter Scott, el profesor C. R. Erdman, de la Universidad de
Princeton y, muy especialmente, al Reverendo C.I. Scofield quien en su libro “Cristo, el único camino”, de la
editorial Cruzada de Literatura Cristiana, en “Hechos de los Apóstoles”, página
167, párrafos
De este modo, tal y como hoy
se lo conoce, el Cuarto Camino es una reformulación
o adaptación al entorno cultural de
nuestra época, del método de la Metanoia que Cristo dio a conocer en privado y
sin parábolas, a su círculo de
discípulos más allegados.
Esto significa entonces, que
el Cuarto Camino no es un nuevo sistema de ideas recientemente inventado por
una persona en particular, sino que es, de hecho, no sólo el actual depositario
del método de la Metanoia, sino también el continuador de la obra de aquellos
superhombres del espíritu que desde lo más profundo de las edades se han
esforzado por transmitir al hombre que tiene un origen superior y que no está
obligado a mirar sólo hacia el suelo como los animales.
¿Quiénes fueron estos hombres?
Fueron aquellos hombres del esoterismo que existieron miles de años antes de
Cristo y que prepararon el camino para su advenimiento.
Restan ahora por citar dos
puntos de vista generalmente conectados con las ideas expresadas en los
Evangelios y que proporcionan una visión enteramente equivocada sobre los
preceptos de Cristo y sobre el mismo Cristo.
El primero de estos dos
puntos de vista alude a que la enseñanza que él impartió, no tiene relación con
la terrenal vida cotidiana del hombre, esto es, que el propósito de su doctrina
es preparar al hombre para que alcance la vida eterna, la vida después de la
muerte.
El segundo punto de vista es
que la enseñanza de Cristo es excesivamente idealista como para que los hombres
la puedan seguir, que Cristo fue un soñador de utopías y, aunque era bien
intencionado, el crudo contexto de la vida muestra una total falta de
coincidencia con las ideas expresadas en los Evangelios y, por consiguiente,
que dichas ideas son inviables de realizarse en la vida de los hombres.
Pero la realidad es que
Cristo nunca fue un soñador ni un idealista ni enseñó tampoco para una futura
vida después de la muerte en un hipotético cielo fuera de la Tierra, sino que
enseñó que hay un cielo en la Tierra al que se puede llegar en la vida y
durante la vida puesto que está dentro del hombre en un aún no alcanzado nivel
psicológico de sí mismo y al que Cristo llamó cielo.
Este cielo o esencia, es esa
potencialidad no desarrollada que todo hombre posee desde su origen de alcanzar
una posible evolución de su psicología, evolución que puede definirse como la
posible adquisición de un Yo Real o Individualidad Real y, por extensión, una
manera nueva de tomar la vida, como asimismo, una manera práctica y operativa
para que los hombres puedan comprenderse a sí mismos y entre sí.
Pero la Metanoia que Cristo
enseña, como él mismo lo expresa en varios pasajes de los Evangelios, no es
para todos los hombres, sino para algunos hombres, esto es, para algunos
varones y mujeres, puesto que la
palabra hombre no designa sólo a la
parte masculina de nuestra especie, sino también a la femenina. ¿Pero quiénes
son estos hombres qué, según Cristo, pueden entender lo que él enseña?
Son aquellos que tienen ojos para ver y oídos para escuchar, esto es, ojos y oídos psicológicos, los cuáles, a diferencia de los ojos y oídos físicos
que sólo ven y escuchan lo que proviene del mundo de los fenómenos exteriores,
son ojos y oídos que buscan ver y escuchar un significado superior de la
vida porque sienten, en algún nivel y en alguna medida, que la vida en su
versión corriente, no los ha conducido a ninguna parte.
Al mismo tiempo, cabe
preguntarse cuáles son los hombres que Cristo considera como no receptivos a las ideas que imparte.
Son aquellos que en sus palabras son mencionados como reyes, príncipes,
pontífices, en suma, hombres de gran poder terrenal, enteramente satisfechos de
sí mismos, que consideran tener siempre razón, llenos de vanidad y soberbia y
para los cuáles Cristo no dejó mensaje
alguno.
Ahora pasaremos a exponer
otros conceptos de la enseñanza del Cuarto Camino.
Una de las ideas del Cuarto
Camino es la que trata sobre la evolución del hombre. Este sistema brinda conceptos acerca de la evolución del hombre
que difieren enteramente de los criterios científicos tradicionalmente
aceptados sobre una evolución del hombre a partir de formas animales
inferiores. Tal clase de evolución es sólo una conjetura que no se ha verificado jamás en
los hechos. Es preciso entender que a pesar de las numerosas
investigaciones llevadas a cabo por la ciencia, especialmente, en los últimos
doscientos años, no existe una evidencia irrebatible sobre una evolución
fisiológica e intelectual del hombre iniciada sobre la base de eventuales
mutaciones heredadas por vía de selección natural de cierta especie animal
notoriamente disímil a él. El Cuarto Camino impugna tal concepción evolutiva
del hombre y afirma que la única evolución posible al hombre es la evolución de
su psicología, evolución acerca de la
cual ya hemos dado una sucinta definición en un enunciado expresado más arriba.
Para esta enseñanza, no existe ni puede existir una evolución del hombre que se
efectúe sin la participación de esfuerzos conscientes y voluntarios de su parte
y sin un exacto entendimiento de los principios que conducen a esa factible
evolución.
Desde
el punto de vista de este sistema, el hombre no es un ser plenamente
desarrollado como lo supone la moderna psicología, sino un ser en vías de desarrollo y estudia al
hombre no desde la perspectiva de lo que parece ser, sino desde la perspectiva
de lo que puede llegar a ser. Al
considerar al hombre como a un ser en vías de desarrollo estamos señalando al
mismo tiempo que el hombre a través de este desarrollo, puede llegar a la
adquisición de nuevas facultades o capacidades que le son esenciales o innatas,
pero que se encuentran en él en un estado de latencia o potencialidad y que no
pueden desarrollarse espontáneamente, es decir, que no pueden manifestarse en
acto sin la intermediación de una capacitación
a través de una metodología de estudio y trabajo práctico. Por consiguiente, el camino que puede conducir a una posible
evolución psicológica del hombre, implica no sólo el conocimiento de esos
nuevos poderes o capacidades que puede obtener, sino también de los métodos y
técnicas que le hagan posible obtenerlos.
Asimismo,
este proceso involucra por parte del hombre, un correcto conocimiento de todos
los obstáculos que se oponen a esa posible evolución. Entre algunos de estos
obstáculos, encontramos uno de la mayor importancia: el hombre no se conoce a sí mismo. Este aserto, atribuido generalmente a Sócrates, debe ser
correctamente entendido. No significa que el hombre no se conozca a sí mismo de ninguna manera, sino que no se conoce
a sí mismo en relación a ciertos procesos que en su vida interior o
psicológica, actúan de manera
imperceptible para él mismo. Al
referirnos a procesos, queremos
significar pensamientos, ideas o puntos de vista adquiridos por imitación,
sugestión y educación autoritaria en tempranas etapas de nuestra vida y que
determinan nuestra manera automática de
juzgar los actos y palabras de las demás personas y, en particular, los actos y
palabras de aquellas con las que convivimos habitualmente. Ahora bien. Entre
las cosas que hemos imitado y que se nos han transmitido por la educación,
existen muchas que son de gran valor, y si nos despojásemos de ellas no
tendríamos otra opción que regresar por ellas. Pero cabe la posibilidad de que
entre todos los puntos de vista adquiridos por la imitación, la sugestión y la
educación y que son correctos, haya otros que estén enteramente equivocados y
qué, debido a su manera errónea de juzgar
la vida, puedan ser la causa de
una gran cantidad de sufrimientos absolutamente innecesarios qué,
inconscientemente, las personas se hacen padecer las unas a las otras por no
conocer el origen de su mutua incomprensión. Conocerse a sí mismo es pues, conocer la calidad del contenido de
todo lo que está en nuestra mente y estudiarlo con el propósito de comprobar
cuanto hay de real y cuanto de imaginario en todo aquello que en la vida nos
fue enseñado como verdad indiscutible.
En el
hombre existen cuatro funciones básicas: pensamiento,
emoción, movimiento y sensación.
Cada uno de estas funciones se efectúa desde lo que en el Cuarto Camino se
denomina centros. De este modo,
tenemos un Centro Intelectual, un Centro Emocional, un Centro Motor y un Centro
Instintivo. La función del centro
intelectual, consiste principalmente en comparar datos, investigar, estructurar
teorías y argumentar. La función del
centro emocional, se manifiesta por sentimientos de simpatía, afecto, cariño,
amor o en su defecto, por sentimientos desagradables como odio, resentimiento,
etc. La función del centro motor,
radica en la imitación de movimientos, la destreza deportiva, las
disciplinas físicas en general y también la inventiva, las innovaciones y las
soluciones ingeniosas e inteligentes en trabajos que requieren gran habilidad
manual. Respecto de la función del
centro instintivo, es preciso explicarla más detalladamente pues por lo general
existe una gran confusión relacionada con lo que llamamos instinto o instintivo. La función del Centro
Instintivo está vinculada con el control de la actividad interna del organismo;
el sistema digestivo, cardiovascular, respiratorio, endocrino, etc. También
corresponden a esta función, los cinco sentidos a través de los cuáles nos
relacionamos con el mundo fenoménico, la detección de temperatura, etc., y el
uso de la sensación como sistema de
comunicación de cambios agradables o desagradables tanto externos como
internos. Asimismo, los movimientos reflejos (por ejemplo, cuando nos arrojan
un objeto e instantáneamente tendemos a tomarlo o evitarlo) tienen su origen en
la función instintiva y aunque estos movimientos reflejos son efectuados por el
Centro Motor, el que los ordena es el Centro Instintivo. Por esto, y aunque sus
funciones específicas sean completamente independientes, debido a su
interacción se los suele denominar a veces como Centro Motor-Instintivo. Es una
gran ventaja para nosotros que el Centro Instintivo se encargue de dirigir y
controlar el trabajo general del organismo porque si nosotros tuviésemos que
prestarle constante atención para dirigirlo y controlarlo, no podríamos hacer nada más.
Otra
de las ideas del Cuarto Camino se refiere a la división del hombre en categorías,
a saber, hombres nº 1, nº 2, nº
3, nº 4, nº 5, nº 6 y nº7. En este apunte nos ocuparemos sólo de las primeras
tres categorías, porque es en una u otra de estas tres categorías donde nos
ubicamos la generalidad de las personas y brevemente, sobre el hombre nº 4,
Acerca de las otras tres categorías restantes, éstas son prácticamente
desconocidas y corresponden a diferentes etapas del posible desarrollo del
hombre, obtenido sobre la base de un prolongado y exhaustivo trabajo interior.
Por lo tanto, definir sus características carece de sentido práctico para el
propósito de este apunte, el cual es ofrecer un resumen de algunos de los
conceptos de este sistema. Veamos ahora algunas de las características de los
hombres de las categorías 1, 2 y 3 que se refieren a diferentes niveles de
desarrollo en los centros de un hombre. De acuerdo con esta división, todo lo
que un hombre conoce, piensa, siente y hace, está relacionado con alguna de
estas tres categorías. El hombre nº 1, tiene mayor desarrollo del Centro Motor,
el hombre nº 2, del Centro Emocional y el hombre nº 3, del Centro Intelectual,
lo que significa que cada uno trabaja más con un centro, mientras que los otros
centros o no los usa o los usa muy poco. En este sentido, son hombres de un
desarrollo parcial puesto qué, de tres
funciones, siempre existen dos que están subdesarrolladas.
El
hombre nº 1 se basa en gustos y tendencias relacionados con actividades
motoras. Es el hombre del movimiento en sus diversas manifestaciones. Esto no
significa que el hombre nº 1 no piense; por el contrario, puede pensar y pensar
muy bien, pero su pensar estará siempre relacionado con actividades conectadas
con profesiones, oficios, artes y ciencias que involucren, de un modo u otro,
una participación preponderante del centro motor.
El
hombre nº 2 se basa en gustos e inclinaciones fundados en los sentimientos. Es
el hombre emocional. Por lo general, tanto su conocimiento como sus
actividades, están relacionados con lo
que le agrada. Nuevamente, esto no significa que el hombre nº 2 no piense,
sino que su actividad intelectual está dirigida prácticamente a pensar sólo sobre lo que le agrada. Un verdadero
hombre nº 2 experimentará siempre un fortísimo rechazo a pensar sobre lo que no le agrada. Participa en
profesiones, oficios, artes y ciencias con predominante intervención del centro
emocional.
El
hombre nº 3, se basa en gustos e inclinaciones por lo abstracto, lo teórico, lo
conjetural y especulativo. Es el hombre del pensamiento, el hombre intelectual.
En algunos casos, su pensar puede estar constituido por una férrea lógica
basada exclusivamente sobre hechos verificables por vía sensorial, por ideas,
métodos y conclusiones de un empirismo extremo. Esto no quiere decir que el
hombre nº 3 no tenga sentimientos, pero estos sentimientos se conectan
particularmente con el deseo de obtener saber intelectual, de investigación
intelectual. Por lo tanto, participa en profesiones, artes, oficios y ciencias
caracterizados por una destacada actividad del intelecto.
De
manera que la psicología del Hombre Número 1, se conecta particularmente con el
Centro Motor; la del Hombre Número 2 con el Centro Emocional, y la del Hombre
Número 3 con el Centro Intelectual.
Según
este sistema, entre otras cosas, lo que impide a los hombres comprenderse entre
sí son sus centros subdesarrollados. Por ejemplo, si un hombre nº 3,
desarrollase su centro emocional y su centro motor al mismo nivel que su centro
intelectual, podría entenderse perfectamente con cualquier hombre en el cual
predominase sólo uno de estos centros. Por supuesto, sería lo mismo para
hombres emocionales o motores que desarrollasen sus otros centros. Pero en este
caso, ninguno de estos hombres serían ya hombres nº 1, 2 o 3, sino hombres nº
4, hombres en los cuáles, todos sus centros tienen un desarrollo equilibrado.
Cómo se forma un hombre nº 4 es otra cosa. Sólo puede decirse que un hombre nº
4 no nace como número 4, sino que es el producto de un importante trabajo de
aplicación sobre sí mismo de una metodología de escuela. Un hombre nº 4 hace
las mismas cosas que los demás hombres hacen, sólo que con una visión más
flexible en su relación con la vida y con una mayor variedad de posibilidades
de acción y, como dijo el apóstol Pablo: “Es
todo para todos los hombres”. En cuanto a cómo lograr el desarrollo de los
centros subdesarrollados en la vida corriente no hay una sola actividad que no
sirva para este propósito.
Unida
a esta cuestión del desarrollo de los centros, se encuentra la idea de los caminos.
En este sistema, llamamos caminos a
aquellos sistemas qué, fuera del Cuarto Camino, llevan también a un posible
desarrollo de los centros del hombre. Esta posibilidad de un desarrollo de los
centros del hombre, ha sido formulada de diferentes modos y desde distintos
puntos de vista. No obstante, todos estos caminos coinciden en un mismo
concepto, esto es, que el hombre puede desarrollarse, que le es posible obtener
algo inédito que por su propia naturaleza puede poseer, pero que no posee por
su falta de conocimiento de cómo desarrollarlo. Estos tres caminos se
especializan, cada uno, en el exclusivo desarrollo de un solo centro. De
acuerdo con el lenguaje de este sistema, estos tres caminos son: el camino del faquir, el camino del monje y el camino del yogui. Por
lo general, las personas suelen creer que estos caminos son relativamente
fáciles de encontrar. La realidad es que son dificilísimos de hallar, puesto
que se encuentran totalmente apartados de la vida habitual de los hombres.
El
primer camino es el Camino del Faquir. Es el camino de la ejercitación del
cuerpo para superar durísimas pruebas físicas; imponerse al frío y el calor
extremos, es decir, a insolaciones y congelamientos, a la privación extrema de
alimentos y agua, a soportar torturas físicas inconcebibles para un hombre
corriente. El verdadero camino del faquir consta de adiestramientos físicos
extraordinariamente crueles e inhumanos; en otras palabras, un faquir se expone
a experiencias que pueden enfermarlo gravemente o a morir. Una de las pruebas
más arduas para el centro motor, centro sobre el que trabajan los faquires es
la inmovilidad absoluta. Se conoce el caso de un faquir que se mantuvo sentado
frente a un árbol durante quince años. El único movimiento que se permitía era
para ingerir alimentos y beber agua que sus discípulos tenían que darle igual
que a un niñito y, al igual que a un niñito, había que lavarlo y cambiarle la
ropa. Es inimaginable la terrible lucha interior que debió sostener para llegar
a ese nivel de trabajo. Otro aspecto, también exclusivo de este camino, es que
un faquir trabaja sobre la base de la imitación
de lo que su maestro le muestra o sea, sin explicarle nada. Si sobrevive, logra
la unidad, pero solamente con un solo
centro, pues sus centros emocional e intelectual quedan sin desarrollar. En
este punto, es preciso entender que en un faquir esta falta de desarrollo de
sus otros centros es incomparablemente mayor que en un hombre corriente, puesto
que al lograr un enorme desarrollo en su centro motor, los otros centros
quedan, por así decirlo, a años-luz de distancia del desarrollo de su centro
motor. Es un camino que muy pocos hombres recorren, un camino rudo, peligroso y
cuya finalidad el faquir mismo desconoce enteramente.
El
segundo camino es el llamado Camino del Monje. Es el camino de la emoción
religiosa, de la fe en Dios y de los renunciamientos a los placeres del mundo.
El camino del monje es también muy riguroso y prolongado. Un monje pasa muchos
años luchando contra las emociones que le inducen a retornar al mundo de los
hombres, a las tentaciones de los sentidos, a las tentaciones del diablo. No
obstante, pese a su dureza este camino es muchísimo más seguro que el camino
del faquir; es más estable y con una meta más objetiva. Aquí, el monje ya tiene
un maestro que le ayuda y le guía para que pueda alcanzar su meta. Otra de las
características del camino del monje es la necesidad de la obediencia, pues en todo tiene que hacer lo que le dice su maestro.
De lo contrario, un hombre no se correspondería con los requerimientos de este
camino. Al igual que en el Camino del Faquir, el aislamiento de la vida
ordinaria es completo. De este modo, un monje somete todos los sentimientos que
un hombre corriente considera como los mayores significados de su vida, a un
solo sentimiento; la fe en Dios. Así,
alcanza la unidad, pero, al igual que el faquir la alcanza sobre la base del
desarrollo desmesurado de un solo centro, en este caso, el emocional,
permaneciendo sus centros motor e intelectual muy rezagados respecto del
primero.
El tercer camino es el Camino
del Yogui; es el camino del desarrollo del intelecto o Raja-Yoga. El yogui
trabaja bajo la estricta dirección de un maestro y no puede ni debe hacer nada
sin el permiso de su maestro. Pero su obediencia no se basa en la fe como en el
monje, sino en la comprobación intelectual de lo que va obteniendo. Por largos años estudia y practica los
métodos para el total dominio de la mente; la capacidad de interrumpir a
voluntad los pensamientos para ahorrar la energía psíquica que se suele
invertir en asociaciones innecesarias y otorgar un reposo completo a la
actividad mental, a pensar sólo en lo que él decide pensar y en nada más; en la
meditación sobre lo que conoce o cree conocer, a descubrir las conexiones
equivocadas en todo lo que ha pensado o aprendido en el pasado; en la
contemplación, que consiste en penetrar profundamente en un tema o en un sonido
y captar su esencia sin la participación del pensamiento. Así alcanza la capacidad
de subyugar todo pensamiento innecesario, pero al igual que en los otros dos
caminos, sus demás centros quedan sin desarrollar.
Todos
estos caminos son caminos válidos, esto es, caminos en los que un hombre puede
esperar obtener algo permanente para sí. Su mayor inconveniente radica en el
enorme desarrollo de un centro en detrimento de los otros. Los que transitan
estos caminos, lo pueden todo con un
centro, pero no pueden hacer nada o casi nada con los restantes. De esta
manera, un faquir se convierte en un gran hombre nº 1, con un desmesurado
desarrollo del centro motor. Un monje se convierte en un gran hombre nº 2, con
un desmesurado desarrollo del centro emocional. Un yogui se convierte en un
gran hombre nº 3, con un desmesurado desarrollo del centro intelectual. Otra
gran dificultad para seguir cualquiera de estos caminos y que ha sido
insuperable para muchos que se han iniciado en ellos es qué, desde el principio
mismo, es decir, a partir del instante en que ingresa en uno de estos caminos
un hombre debe renunciar absolutamente a toda su vida anterior, esto es, debe
abandonarlo todo, morir para el mundo.
Tiene
que abandonar familia, amigos, profesión, en suma, todos sus afectos e
intereses. En el caso de que manifieste dudas u oponga reparos a lo que se le
dice que debe hacer, le será imposible continuar en ellos. Contrariamente a lo
que se supone, un verdadero faquir, un verdadero monje y un verdadero yogui son
rarísimos de encontrar, no sólo porque viven aislados del mundo, sino también
porque son poquísimos. Por ejemplo,
en el caso de los monjes, todos lo que conocemos en Occidente e inclusive, en
Oriente mismo, son monjes a medias. Sin
temor a exagerar, puede afirmarse que son escasísimas las personas procedentes
del mundo moderno que han tenido la ocasión de conocer a un auténtico monje.
Ahora bien. De no existir nada más que estos tres caminos, para muchas personas
que buscan posibilidades diferentes de desarrollo a las que ofrece la vida
ordinaria, su situación sería prácticamente sin esperanzas puesto que nunca
podrían hallar alguno de estos tres caminos en el ámbito de la vida común.
Pero
existe un Cuarto Camino que es un camino enteramente distinto a los otros
tres. En primer lugar, el cuarto camino
no requiere que un hombre se aísle del mundo, que deje todo por lo que se ha
esforzado en obtener de la vida. Puede estudiar y practicar los métodos del Cuarto
Camino y proseguir ocupándose de las actividades corrientes, sin suspender las
relaciones que tiene con las otras personas, sin renunciar a nada porque este
camino no demanda el retiro del mundo.
Esto
es, precisamente, lo que lo hace particularmente práctico, pues los obstáculos interiores
que un hombre debe superar para obtener algo permanente para sí mismo, se han
formado en las condiciones de la vida ordinaria y si un hombre, por ejemplo,
que vive en las grandes ciudades se retirase del mundo para alcanzar la paz,
por las nuevas condiciones generadas por el aislamiento obtendría una falsa paz, porque si bien estos obstáculos
dejarían de actuar sobre él en las nuevas condiciones, no obstante,
permanecerían en ese hombre en estado latente, y cualquier cambio en las condiciones los harían actuar otra vez.
Son bien conocidas las historias sobre hombres qué, apartados del mundo,
disfrutaban de equilibrio en sus vidas, pero que al tener que volver al mundo,
obligados por causas externas, en poco tiempo fueron trastornados por la vida ordinaria.
En el
Cuarto Camino, en cambio, un hombre trabaja sobre sí mismo en medio de
influencias qué, por así decirlo, lo privan constantemente de la paz y si un
hombre logra obtener el control de sí mismo en estas adversas circunstancias,
ya no lo podrá perder en ninguna otra circunstancia. Por otra parte, el Camino del Faquir, el Camino del monje y el
Camino del Yogui, si bien no necesariamente bajo estas denominaciones, han sido
ampliamente difundidos por la literatura bajo las formas de Ascetismo,
Misticismo y Mentalismo, todo lo cual significa que estos tres caminos
tradicionales son, en cierta medida, del conocimiento público.
Pero
en lo que respecta al Cuarto Camino, su existencia es muchísimo menos conocida
que la de los otros tres caminos. Es un hecho que la gran mayoría de las
personas jamás ha escuchado o leído sobre este camino, y esto significa que una
parte considerable de las personas que buscan conocimiento, generalmente sobre
una u otra variedad de los tres caminos tradicionales, suelen encontrar este
Cuarto Camino, cómo quien dice, tropezándose
con él. Otra de las peculiaridades del Cuarto Camino, aparte de la que no
es necesario renunciar al mundo para ingresar a él, es que en este sistema se
trabaja en el desarrollo simultáneo de los tres centros. Esta simultaneidad en
el trabajo sobre el centro intelectual, el centro emocional y el centro motor
es factible de realizarse porque en el Cuarto Camino existen métodos que faltan
en el Camino del Faquir, del Monje y del Yogui y, asimismo, porque deja de lado
todo lo innecesario que en los otros caminos se conserva simplemente por arcaísmo
o tradición. Otro aspecto del Cuarto Camino es que no requiere de un hombre ni
fe ni obediencia, sino que demanda comprensión, es decir, esfuerzos para
entender por sí mismo y desde si mismo todo lo que se le enseña. En el Cuarto
Camino, un hombre no debe creer en nada que no haya comprobado a través de su
propio entendimiento y comprensión, porque cuanto más comprenda un hombre por
su propia experiencia aquello sobre lo cual trabaja, mayor será el beneficio
que obtendrá de sus esfuerzos. Este es un precepto esencial en el Cuarto
Camino, puesto que si un hombre cree en lo que se le dice sin esforzarse por
constatar su verdad, o hace algo solamente porque se le dice que debe hacerlo,
no obtendrá nada de este camino. Por
otra parte y contrariamente a lo que se supone, la Fe no es solamente el
producto de una gran percepción emocional, sino también el resultado de un alto
nivel de entendimiento intelectual, pues la Fe exige comprobación y sin
comprobación no hay fe, sino creencia.
Quedan
por supuesto, muchísimas cosas más para decir acerca de otros puntos de vista
de este sistema, pero eso es algo que supera largamente las posibilidades de
este escrito que no tiene otra pretensión que la de brindar una aproximación a
algunas de sus ideas. Por último, sólo
cabe agregar que el Cuarto Camino, en cualquiera de las diversas formas que ha
adoptado a lo largo de la historia, nunca se ha impartido en lugares ubicados
en remotas e inaccesibles regiones del mundo. Muy por el contrario, está y ha
estado siempre próximo a los hombres, compartiendo con ellos las alegrías, las
esperanzas y las adversidades de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario