"Bienaventurados los pobres en el
espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos"
Se denomina
“Pobre en el espíritu” a aquel hombre
que es pobre en todo aquello en lo que es rico el hombre que no es en el espíritu, esto es, el hombre
rico en vanidad, en falso orgullo, en hipocresía, en soberbia, en suma, el
hombre de falsos puntos de vista sobre la vida y sobre sí mismo. De este hombre
“Pobre en el espíritu”, se dice que
de él es el “reino de los cielos”, esto es, su vinculación a un círculo esotérico
de hombres que se comprenden entre sí.
Se refiere a
que si bien los esfuerzos por liberarse del sufrimiento inútil demandan cierto
tiempo, estos esfuerzos no son para siempre. Si un hombre trabaja sobre sí,
llegará en algún momento al nivel de “Pobre en el espíritu”. Obtendrá entonces
la consolación o descanso de todos sus esfuerzos, en un nuevo estado interno
llamado bienaventuranza o paz interior.
Si un hombre trabaja sobre sus emociones
negativas, si logra despojarse de ellas, será llamado manso, esto es, sin rencor.
Significa al hombre que ha renunciado a juzgar y condenar con dureza las
reacciones mecánicas de los otros hombres. Su herencia será la tierra, esto es, la posesión de sí
mismo.
Son aquellos
que tienen una gran necesidad interior de encontrar para sí mismos, un
significado superior de la vida. Esta necesidad se simboliza como hambre y sed; hambre de conocimiento y sed de comprender y de una justicia
que no sea la justificación de la falsa
personalidad. Si siguen al Verbo, su hambre será calmada y su sed
saciada
Se refiere a aquellos hombres que proceden con otros hombres por medio
de la comprensión de qué, si no son mejores, no es porque no quieran serlo,
sino porque no saben que pueden ser mejores. Es de este modo como un hombre
puede esperar alcanzar misericordia para sí mismo, porque al proceder de este
modo, limpia la memoria de su pasado de odios y resentimientos inútiles.
Se llama puros de corazón a aquellos que ya no están bajo el
poder de las emociones negativas. Se dice de ellos que andarán con Dios,
esto es, andando por la vida con la guía interior de la Enseñanza Esotérica o Dios
en la Tierra.
Aquellos que han alcanzado la paz interior por la muerte de la falsa
personalidad, serán no sólo pacíficos, sino también pacificadores, porque
al no reaccionar más con violencia a los actos mecánicos de los otros hombres,
por añadidura, disminuirá en éstos en alguna medida, la reacción
violenta. Serán llamados Hijos de Dios, nacidos de nuevo o renacidos,
no como hijos de padre y madre carnales, sino como hijos psicológicos del
esoterismo o Dios en la Tierra.
Este pasaje es para discípulos que habían sido designados apóstoles,
esto es, emisarios enviados para difundir por el mundo la enseñanza esotérica.
Se refiere a un nivel de compromiso de estos enviados quienes conocían y
comprendían y aceptaban los riesgos de dicha misión.